El debate entre dos enfoques de diseño opuestos, el que concibe los edificios desde dentro hacia afuera o de fuera hacia dentro, resulta una de los más estimulantes y productivos que ha existido a lo largo de la historia de la arquitectura reciente. En este caso dicha contradicción se resuelve al converger ambas lógicas en una misma intención: la decisión de intensificar la relación interior-exterior hasta el punto de hacer desaparecer la fachada del edificio. El proyecto aspira a que la cuestión de la fachada se elimine como problema compositivo y material, es decir, como elemento responsable de la imagen del edificio, que recaerá aquí sobre las actividades y eventos del propio edificio, así como en la estructura que las alberga. La envolvente de vidrio, lo más transparente y ligera posible, permitirá así dos cuestiones fundamentales:

Una relación visual directa, intensa y recíproca entre la ciudad y el interior del museo. La mayor parte de espacios públicos del edificio (todos a excepción de las galerías de exposiciones) desarrollarán dicha relación con la ciudad y el puerto. Las estimulantes actividades y eventos que se desarrollan en los vestíbulos, la tienda, el café-restaurante, la biblioteca y los workshops, la zona de eventos… se muestran a la ciudad al tiempo que desde dichos espacios aparece siempre visible, al fondo, la vista del puerto de Helsinki

El protagonismo de la estructura como responsable de la imagen del edificio. Al desaparecer la fachada, la estructura portante, además de la propia actividad del museo asumen la función representativa de esta institución. La estructura destaca por su claridad: una serie de cerchas de madera y acero contrapeadas, como un castillo de naipes, sostienen una serie de losas que organizan los principales espacios del museo.