Asentado en una posición estratégica, entre el parque de los sentidos y los equipamientos deportivos municipales existentes, el nuevo polideportivo asume su doble condición de unir y separar simultáneamente diferentes ámbitos del espacio público. El nuevo edificio se aligera evitando su encuentro con el suelo para producir una abertura horizontal que favorezca la continuidad visual y ambiental entre el parque y el área deportiva, al tiempo que la nueva construcción se hace ingrávida: etérea.

Lejos de concebirse como una caja ciega apoyada sobre el suelo, la nueva construcción se rompe en dos, desapareciendo en su contacto con el suelo: el suelo de la pista se sitúa a 2,5m bajo el nivel del terreno del parque, contenida por un muro perimetral que alberga también los vestuarios y servicios, sobre los que se asienta la grada. La cubrición superior, que apoya sobre cuatro grandes pilares circulares de hormigón, queda suspendida flotando ligeramente sobre un vacío que, aunque separe el parque de los sentidos del recinto deportivo, al mismo tiempo los vincula al conectarlos visual y ambientalmente. Esta operación topográfica permite resolver de manera natural la accesibilidad universal del público a las gradas, dejando el acceso de deportistas en el nivel inferior semienterrado.